Por C. Lázaro
Ávila
A partir de la aparición de las
aeronaves más pesadas que el aire, se fue haciendo cada vez más necesario el
control del tiempo para saber distancias, tiempo de vuelo y reserva de
combustible o el haber culminado un nuevo record. En la época de la aerostación,
Alberto Santos Dumont intentó en 1901 conseguir el Premio Deutsch (dotado con
100.000 francos) que se otorgaría a aquella aeronave que a quien partiese del
parque Saint Cloud y sin ningún tipo de auxilio en tierra, rodease la torre
Eiffel regresara al mismo punto inicial en no más de 30 minutos. En el trayecto
el aeronauta brasileño se desesperó porque no podía dejar los mandos de su Dirigible nº 5 para poder mirar el reloj
que, acorde a la moda de la época, llevaba en un bolsillo de su chaleco. Después
de haber obtenido el premio, Santos Dumont comentó con su amigo Louis-François
Cartier, fundador de la relojera parisina, el problema de soltar un mando de la
aeronave para consultar el reloj. Por ello, Cartier decidió diseñar un reloj
que se atara a la muñeca para poder ser leído en un solo golpe de vista. La
genial idea del relojero parisino alumbró el que sería el primer reloj para piloto
de la historia y que Santos Dumont lució en el resto de exhibiciones aéreas que
protagonizó[i].
A principios del
siglo XX, el reloj de muñeca se fue introduciendo poco a poco entre los
aviadores españoles. Hay que recordar que lo que hoy es un objeto muy común
(incluso en proceso de declive por el empleo del teléfono móvil que ya contiene
la hora) en aquella época era un objeto caro y portarlo (en el bolsillo del
chaleco o en la muñeca) era símbolo de distinción. En este sentido, regalar un
reloj a un aviador también encerraba un carácter singular, tal y como les
ocurrió a los miembros de la Segunda Promoción de Pilotos militares españoles
que obtuvieron su título en 1913 en el aeródromo de Cuatro Vientos: los
capitanes (y hermanos) Alfonso y Celestino Bayo Lucía (de Estado Mayor e
Infantería, respectivamente), el teniente de Infantería Julio Ríos Angüeso, el
teniente de Intendencia Carlos Alonso Llera, el teniente de Ingenieros Emilio
Jiménez Millas y los tenientes de Sanidad Militar Carlos Cortijo Ruiz del
Castillo y Antonio Pérez Núñez.
Conseguir
el título de piloto en esa etapa en la que nuestra aeronáutica daba sus
primeros pasos no estaba exento de peligros por las consecuencias de los
accidentes, volando como piloto u observador, siendo muchos de ellos mortales: Bayo
pereció el 29 de junio de 1912 después de estrellarse en el MF nº 2), Cortijo
falleció (a bordo del MF nº 16 el 27 de octubre de 1914) y Jiménez Millas
(cuando hacía las pruebas para piloto de 1ª a bordo del Maurice Farman nº 23 el
15 de junio de 1917). Su compañero Ángel Martínez de Baños, por poner un
ejemplo, salió indemne de la docena de incidentes en los que se vio involucrado
con sus aparatos o volando junto a sus compañeros. Era una profesión peligrosa
y el rey Alfonso XIII quiso reconocérselo regalándoles un reloj de bolsillo en
el que llevaba grabadas sus iniciales[i].
Reloj
obsequiado por el monarca a Antonio Pérez Núñez (Foto CLA y colección Familia
Pérez Núñez).
A medida que
transcurría el siglo, los relojes comenzaron a ser uno de los elementos del
equipo del piloto así como del tablero del avión, aunque su funcionamiento
dependía del celo en el mantenimiento por parte del personal especialista de
tierra o la falta de repuestos por causas excepcionales, como en servicios de
guerra. En la campaña de Marruecos a veces se volaba con instrumental averiado
(como en el caso de indicadores de combustible o las imprescindibles brújulas
de a bordo) y el reloj de muñeca del piloto asumía una función esencial.
Durante la guerra civil, un reloj de muñeca aún seguía siendo un objeto
personal relativamente poco extendido entre el resto de la población, pero su
posesión era creciente entre los aviadores de uno y otro bando. Los tiempos de
vuelo y la precisión en la realización de servicios y combates se volvieron
cada más exigentes, dando lugar a que, como en el caso de los observadores de
los Tupolev SB Katiuska, se
adquirieran cronógrafos.
Regalar
un reloj a un piloto ya no sólo era un símbolo de distinción sino un objeto
práctico para su profesión. Indalecio Prieto, Ministro de Marina y Aire de la
República encargó a Marcelino Pascua que comprara en Helsinki (Finlandia) una
partida de relojes y cronógrafos para obsequiárselos a los instructores de la
Escuela de Aviación de Kirovabad en agradecimiento por su dedicación en la
formación de la Primera Promoción de Pilotos que viajaron a la URSS[i].
Ya en plena batalla del Ebro, la jefatura de la Escuadra de Caza insistió mucho
en el control de los tiempos de vuelo y combate sobre el frente para evitar
pérdidas de aviones o averías por falta de combustible. De hecho, cuando un
piloto ascendía a jefe de escuadrilla se le entregaba un reloj de regalo, pero
fue un obsequio muy excepcional. De hecho, durante el mando de la Escuadra por parte
de Andrés García Lacalle, los aviadores de caza emplearon esta concesión de
relojes para mofarse de aquellos compañeros que se arriesgaban demasiado en el
combate o mostraban su arribismo con el mando (¿Quieres que el jefe de la
Escuadra te regale un reloj?)[ii].
Anécdotas
aparte, hoy en día, pese a la compleja tecnología que rodea la navegación
aérea, ningún piloto renuncia a exhibir en su muñeca un reloj exclusivo; tan
exclusivo como el que Cartier concibió para que un aeronauta brasileño pudiera
surcar los cielos de Francia atento a los mandos de su aeronave.
Reloj
de E. Vilatela Soria, jefe de la 1ª escuadrilla del Grupo 21 (Polikarpov I-16) (Foto Colección Familia Vilatela
Soria).
[i]
Archivo Histórico Nacional. Diversos. Marcelino Pascua, 13. Expediente 2.
[ii] C.
Lázaro Isidoro Giménez, maestro de
pilotos. Edición del autor. Madrid, 2019: página 250.
[i] José
Warleta Carrillo “Los Farman de los primeros años”. Aeroplano
4. IHCA, 1986.
Muy interesante como siempre Carlos. Gracias por mantener la historia aeronáutica al día.
ResponderEliminarCarlos Bourdón y Carlos Lázaro, buen binomio de amantes y tratantes de nuestra Historia aeronáutica que, por fuerza, han de deleitarnos con entradas de blog tan curiosas e interesantes como esta. Muchas gracias a ambos.
ResponderEliminarMuy interesante este artículo que nos trae al blog,nuestro buen amigo Carlos Lázaro. Un tema desconocido de la aviación civil y militar. Un abrazo para el autor.
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