lunes, 24 de febrero de 2020

Una cruz en el páramo de Soria

Por Carlos Lázaro Ávila.


El pasado 16 de noviembre se cumplió el centenario del accidente en el que pereció el pionero de la Aviación Militar española y primer piloto de polimotores, Ángel Martínez de Baños Ferrer. Baños (como era conocido por sus compañeros) falleció a consecuencia del choque en el páramo de Casas de Villaseca (Soria) del Farman F.50 en el que iba de copiloto junto a una tripulación francesa encargada de trasladar el aparato entre el campo de Alfaro (Logroño) y Cuatro Vientos (Madrid). El bimotor era una de las unidades de la que sería el embrión de la aviación de bombardeo pesado de la aeronáutica española y Baños, dada su experiencia aeronáutica y formación en el manejo de polimotores había sido encargado de supervisar las sucesivas llegadas de aparatos.





Arriba, Cruz conmemorativa del accidente del Farman (Foto Pedro de Mingo. Debajo) el pionero de la Aeronáutica Ángel Martínez de Baños Ferrer (Foto AHEA)

El accidente de Soria truncó la brillante trayectoria de un aviador cuyas hijas atesoraron un importante legado fotográfico (esencial para conocer la primera etapa de Aviación Militar) que fue donado por su sobrino-nieto Ángel Martínez de Baños Valdés donó al Archivo Histórico del Ejército del Aire. Este fondo documental atesora imágenes inéditas de muchos de aparatos volados por los pioneros de la Aeronáutica Militar, permitiéndonos realizar una biografía muy completa de este aviador[1].





                                  Farman F.50 en el aeródromo de Lacua (Foto Canario Azaola).


La cruz de Casas de Villaseca

Aparte de explicar la formación y carrera aeronáutica de Baños, en ese trabajo biográfico también aludimos al conjunto de nichos donde hoy en día reposan los restos mortales de la tripulación del Farman en el famoso Cementerio de los Aviadores ubicado en el camposanto de San Isidro (Carabanchel Alto). Los nichos de los aviadores del F.50 que volaban junto a Baños (el piloto F. J. Agostini y los mecánicos M. Vallets, H. Resches y J. Condonneau) se encuentran junto a los de otros aviadores españoles fallecidos en acto de servicio en un mausoleo erigido por el Ejército de Tierra en memoria de numerosos aviadores y aerosteros españoles fallecidos antes de 1936. En ese mismo mausoleo, la Embajada de Francia colocó una placa en recuerdo de sus aeronautas fallecidos.


Ubicación inicial de las tumbas de Baños y Agostini en el Cementerio de los Aviadores de Carabanchel (Foto Ángel Martínez de Baños) y vista de su ubicación actual en el mausoleo erigido por Defensa junto con la placa dedicada por la Embajada de Francia (Fotos C. Lázaro).


Asimismo, tuvimos ocasión de mencionar las teorías que se barajaban sobre la causa del accidente (fallo de un motor y densa niebla) y dimos noticia de la una cruz que Aviación Militar erigió tiempo después del suceso en recuerdo del suceso. La existencia de esta cruz, que se ha conservado bastante bien un siglo después, se dio a conocer gracias a que en las redes sociales Pedro Mingo, un gran conocedor de Soria, su historia y naturaleza, la descubrió en uno de sus habituales paseos en moto por la zona.

Pedro publicó la noticia preguntando por el origen del sencillo monumento a la vez que hacía constar que, pese al tiempo transcurrido, la inscripción de la placa conmemorativa donde aún era legible el nombre de los aviadores fallecidos y la fecha del accidente. Rápidamente, el sobrino-nieto del aviador se puso en contacto con Pedro, dando lugar a un par de visitas al paraje en las que hubo ocasión de contemplar la inscripción y, ya desde el otero en el que se encuentra la cercana localidad de Medinaceli, se especuló sobre la trayectoria del polimotor francés. Meses más tarde, hubo ocasión de comentar que la cruz que se yergue en el páramo soriano recordando el accidente, fue costeada por la Aviación Militar. Diez años después del accidente, Hipólito García, alcalde de Benamira, localidad cercana al accidente, solicitó a la jefatura de Aviación Militar que un par de aviones sobrevolaran el lugar del siniestro en la misma fecha en que fallecieron los aviadores.

La jefatura de Aviación respondió indicando que aceptaban la propuesta y que dos aviones de la Escuela de Cuatro Vientos realizarían el vuelo, pero al final no pudieron llegar al páramo por circunstancias climatológicas y la niebla. Para enmendar la imposibilidad de realizar el vuelo, parece que Aviación Militar promovió la construcción de la cruz conmemorativa que se conserva en la actualidad. 


Restos de la inscripción de la placa, visibles casi un siglo después (Foto Pedro de Mingo)

Una fuente inédita sobre el accidente.

            En 2019, a medida que se iba acercando la fecha del centenario del accidente, el sobrino-nieto de Baños, tras haber donado el legado documental al Archivo de Villaviciosa,  inició una campaña de difusión de la figura de su familiar y realizó gestiones simultáneas con Ejército del Aire y la Embajada de Francia para poder preservar la cruz de Casas de Villaseca.

            Lo que menos nos podíamos imaginar es que, una vez más, el enorme interés de Pedro Mingo por preservar el monumento, así como sus continuas pesquisas sobre todo lo relacionado al accidente del Farman, fructificarían en el descubrimiento de una fuente hemerográfica que despejaba todas las dudas sobre la causa del accidente. En el diario La Rioja fechado cuatro días después del accidente, el periodista A. Martínez y un corresponsal de Madrid, después de haber recogido informes de testigos oculares del suceso (un leñador y unas niñas que pastoreaban cabras) proporcionaron una versión muy acertada de las causas de la caída del Farman.

            Hasta hoy día se habían barajado dos versiones; la primera era que, debido a la niebla reinante, el piloto Agostini  (que llevaba a Baños como copiloto) decidió descender a fin de orientarse mejor, chocando con un pequeño montículo que se encontraba en el centro de la llanura. La segunda, aportada por José Gomá Orduña, apunta a que se produjo la rotura de una hélice y el esfuerzo excéntrico generado no pudo ser contrarrestado por el piloto, provocando la caída a tierra del bombardero desde muy poca altura. De ambas versiones, los testigos oculares descartan la existencia de niebla, pero afirman que el Farman volaba bajo porque uno de sus motores (el derecho) estaba averiado y daba muchas vueltas en busca de una zona de aterrizaje. Las pastoras le indicaron por señas a Agostini la existencia de un llano, pero cuando inició el descenso y se aproximó a la planicie, el piloto francés se percató de que era una zona pantanosa que podía bloquear el tren de aterrizaje y decidió abortar la maniobra para salvar al bombardero de un choque. Los tres testigos afirmaron a los periodistas que el aparato se incorporó de manera brusca, dio una vuelta hacia atrás y cayó rápida, fulminantemente sobre el cerro, donde en parte quedó empotrado y con un ala rota.


Junto a los restos del avión posan (de izda a dcha) el teniente Mateos, Pío Fernández Mulero, posiblemente Martínez Aragón (¿) X, X y Rogelio Azaola. (Foto C. Azaola)

A la vista de las explicaciones se deduce que, volando a una altura no muy considerable, Agostini vio que había agua en el terreno y metió potencia en el motor izquierdo para ascender. Al entrar de golpe la potencia desde el ala izquierda (que carece de sincronización con la derecha porque su motor estaba averiado) el par motor hizo que perdiera el control del avión, entrara en pérdida y la barquilla de pasajeros  impactara de lleno con contra el montículo conocido como Loma del Medio.

            Los vecinos de Villaseca que acudieron al lugar del impacto se encontraron con un espectáculo dramático. Momentos después del choque se produjo un pequeño incendio que se extinguió rápidamente, permitiendo auxiliar a la tripulación. Los dos mecánicos que se encontraban en el puesto posterior de observación fueron encontrados abrazados y pese a que presentaban múltiples heridas mortales fueron extraídos con vida del aparato, aunque fallecieron instantes después entre múltiples dolores. La visión más dramática la ofrecían los dos pilotos y el mecánico que viajaban en la proa del fuselaje. Agostini aún sostenía entre sus manos los mandos del avión pero, al igual que Baños y el otro mecánico habían sufrido lesiones mortales en cabeza y cuerpo, asaetado por múltiples astillas de madera del fuselaje que les habían provocado hemorragias que inundaron de sangre los restos del habitáculo y el lugar del impacto.

            Al drama del accidente se le unió una nota muy humana; cuando los lugareños registraron los cuerpos de los fallecidos para proceder a su identificación y encontraron una carta que la esposa de Baños le había remitido anteriormente en la que le decía que una de sus hijas Pregunta por papá y encarga que no dejes de traerla la muñeca prometida. La carta enterneció aún más a todos los presentes, porque a la hora de recoger las pertenencias de los aviadores fallecidos se encontró una pequeña caja de cartón que contenía la muñeca que Baños había prometido a su hija. El obsequio tenía pequeñas salpicaduras de sangre  y en la actualidad lo conserva la familia como mudo testigo del accidente.


La muñeca que Baños trajo en vuelo para su hija (Foto A. Martínez de Baños Valdés)

Después del levantamiento de los cadáveres, el análisis de las causas del  accidente (realizado inicialmente por el piloto laureado Julio Ríos y el piloto francés M. Romanet) y la visita de una comisión del Servicio de Aviación Militar formada por P. Fernández Mulero, M. Martínez Aragón, R. Azaola y otros dos aviadores, se procedió a su traslado al Hospital Militar de Carabanchel, siendo posteriormente inhumados en el panteón del ya conocido Cementerio de los Aviadores.

            Es de agradecer que, casi un siglo después de este trágico accidente, el celo de Ángel Martínez de Baños Valdés y Pedro Mingo hayan hecho posible conocer el desenlace del Farman 50 estrellado en Soria y que su interés nos permita seguir luchando por la conservación de uno de los monumentos erigidos en recuerdo de los hombres y máquinas de nuestra rica pero aún desconocida Historia Aeronáutica.

[1] C. Lázaro “Martínez de Baños. Centenario de un pionero”. Aeroplano nº 37. IHCA. Madrid, 2019.

4 comentarios:

  1. Muchas gracias por el artículo, me siento muy honrado por aparecer en él. Espero y deseo que con esta entrada y el buen trabajo que ha realizado tanta gente, se evite que caiga en el olvido la memoria de estos valientes aviadores.
    Un cordial saludo.

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    1. Gracias por sus palabras don Pedro, y un honor que se eligiera éste blog para dar a conocer la historia de unos héroes. Saludos

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  2. Curiosa y emotiva reconstrucción de los hechos.

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