Por
Blas Vicente Marco y Jesús M. García Porras
Nuestra
historia aeronáutica es una historia de trabas y de superación de las mismas.
Ejemplo de ello es la reconversión de los aviones, creados con fines puramente
bélicos, a vehículos de carga para el suministro y abastecimiento a zonas
sitiadas durante distintas batallas de nuestra pasada Guerra Civil.
En el presente artículo, que es un resumen de otro más extenso que estamos
elaborando. Los autores vamos a desmenuzar los aprovisionamientos realizados
por la Aviación Nacional durante la Guerra, basándonos en un libro
recientemente adquirido por D. Jesús Mª. García, qué más tarde citaremos.
Comenzaremos diciendo que, desde el nacimiento mismo de la aviación militar,
uno de los empleos dados a los aviones fue el de “socorrer” a sitiados y este
socorro llegó siempre en forma de “aprovisionamiento desde el Aire”.
En época de las Campañas de Marruecos, España ya tuvo necesidad de usar aviones
para aprovisionar a sitiados. Esto lo refleja el General Goded, que habla de
"abastecimientos a posiciones sitiadas por el enemigo, a través del
envío de barras de hielo (suministro de agua) y de latas de conserva"[1]
Fotografías del
Douglas DC-2 y del Ju 52 empleados en abastecer a los sitiados. (Archivo Juan
Arraez).
Con
el estallido de la Guerra Civil, vuelve a crearse esta necesidad de proveer
desde el aire a sitiados, y precisamente coincide esta época con una revolución
técnica en las aeronaves que facilita dichos aprovisionamientos.
Los aviones antes lentos y con pocos elementos de navegación (los de las
campañas de Marruecos), ahora, en plena Contienda Civil son veloces y cuentan
con elementos de navegación que facilitan incluso los aprovisionamientos
nocturnos.
Fueron varios los aprovisionamientos realizados desde el aire durante toda la
Guerra, caso de Siétamo y Estrecho de Quinto, el Cuartel de Simancas, el propio
Teruel. Pero los que más han trascendido, por haberse escrito sobre ellos, son
los del Santuario de la Virgen de la Cabeza, Lugar Nuevo, y Belchite.
El presente artículo está basado en la documentación que recopiló el Jefe de
Suministros de estos últimos lugares citados, Don Jacinto de Lillo Martínez,
apodado “Doctor Astra”, un médico civil en Villanueva de la Reina que tuvo asimilación
militar y que resolvió muchos de los problemas surgidos durante estos
aprovisionamientos por aire.
Lillo reunió toda su experiencia, como organizador de los aprovisionamientos y
confeccionó un libro titulado "Procedimientos de preparación de
víveres y efectos para aprovisionamientos por aire".
Libro sobre los
aprovisionamientos (Archivo Jesus Mª. García Porras).
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¿Qué necesidades podían tener los
sitiados?: Según Lillo, se debe tener en cuenta la precariedad de la situación
para los sitiados, pues con el paso de los días, los defensores de la plaza
comenzaban a carecer de las cosas más elementales. Las necesidades, dependerán
del número de personas existente, combatientes, ancianos, mujeres, niños, de la
duración del sitio, con "aguada" o sin ella y de la época del año en
que tenga lugar. Dependerá también de las existencias que tuvieran de
determinados elementos en el acto de quedar aislados y del número de enemigos e
intensidad en los ataques. Se puede decir, que cada posición tiene sus
necesidades características y que estas varían de un día para otro.
En términos generales, podemos decir que cualquier posición sitiada necesitaba
cubrir unas necesidades básicas: Medios de comunicación, víveres; armas,
municiones, elementos de defensa y de curación.
En el sitio de "Virgen de la Cabeza" y "Lugar Nuevo" (ambos
en provincia de Jaén, y desarrollado entre el 14 de septiembre de 1936 y el 1
de Mayo de 1937), distantes entre sí 4 kilómetros, se contaban mil doscientas
personas refugiadas y sólo trescientos combatientes. El asedio duró 8
interminables meses y las necesidades eran las de una pequeña población. Allí
se pasó parte de un verano, un otoño, un invierno y parte de una primavera. El
temor a enfermedades como el escorbuto requirió de la provisión de mucha
vitamina C, pero también el frío invierno obligó al lanzamiento de telas (y
útiles de costura) y ropa de invierno. Carentes de alumbrado, también
necesitaban linternas, velas, cerillas, aparatos de carburo; la necesidad de
comunicarse con el exterior les obliga a solicitar piezas de repuesto para la
radio existente, caso de bombillas; la higiene debía ser llevada a lo más
estricto, por lo que era necesario productos de limpieza y aseo personal; para
el control diario, papel, tinta y plumines; las armas fueron deteriorándose y
las municiones consumiéndose, por lo que fue necesario proveerles incluso de
ametralladoras y distintos calibres de munición; los medicamentos para curar
las heridas propias de los combates también eran necesarios; y no podemos dejar
de citar, la enorme cantidad de comida necesaria, incluso para niños, lo que
obligó incluso a confeccionar "ranchos tipo", tanto en caliente como
en frío, para aportar vitaminas y resto de nutrientes necesarios.
Savoia S.81 con
numeral 21-20…profusamente usado por Carlos de Haya para los abastecimientos
aéreos en el Santuario. (Archivo Juan Arráez).
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En el sitio de Belchite (en provincia de Zaragoza, y duró entre el 24 de Agosto
y el 6 de Septiembre de 1937) es diferente: esta posición fue rodeada de
numeroso enemigo desde el principio, por lo que los sitiados necesitaron gran
cantidad de munición, enviándoles en pocos días medio millón de cartuchos; dada
la intensidad de los ataques, apenas tenían tiempo para dedicarse a la cocina,
por lo que se les proveía de "ranchos fríos"; la falta de agua hizo
que se les proveyese de hielo sólido; al ser en verano, no fue necesaria la
ropa de invierno; la gran cantidad de heridos de bala y por las explosiones
hizo que se solicitase numeroso material de cura.
¿y cómo hacer llegar a los sitiados todo el material requerido??....La única
solución para hacer llegar todas estas cosas era por el aire. Pero si los
aviones volaban a baja cota, corrían el riesgo de ser derribados, y si volaban
altos, todo lo enviado corría el riesgo de destrozarse al chocar en tierra.
Así, Jacinto Lillo distribuyó los distintos tipos de suministro en tres medios
básicos de empaque: tubos metálicos, sacos y mantas.
Los aviones empleados partieron, para los abastecimientos a Lugar Nuevo y Santa
María de la Cabeza, desde Sevilla, y para Belchite, desde Zaragoza.
Los modelos de avión empleados, fueron
básicamente 3: un Ju 52 (en muchas ocasiones se usó el 22-47), un Savoia S.81
(con numeral 21-20, apodado “el panadero”, ya pueden imaginar el porqué) y un
Douglas DC.2 (con numeral 42-1 que lucía en el morro el nombre de “Capitán Vara
de Rey”, que es el oficial que lo capturó).
Uno de los pilotos habituales en estos
suministros fue el que apodase Jacinto Lillo como "El Gran Capitán",
refiriéndose al Capitán Carlos de Haya. Haya realizó más de 70 misiones de
abastecimiento sobre el Santuario, lo que le valió la “Cruz Laureada de San
Fernando”.
Estos aviones debieron ser
reacondicionados para portar los tubos diseñados al efecto por el “Doctor
Astra”, cariñoso apelativo que recibió Jacinto Lillo.
Datos de los pilotos
que participaron en los abastecimientos recogidos en el libro de Lillo.
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La coordinación entre el personal de
tierra y el aeronáutico fue total. Las “cargas” previstas para cada tipo de
avión estaban siempre listas al borde de la pista a fin de no perder tiempo en
su carga y transporte.
En definitiva, los aprovisionamientos
aéreos referidos constituyen uno de los episodios en los que más se innovó
durante la Guerra Civil, pues prácticamente se diseñó desde “0” el método a usar.
Método este que quedó para siempre gracias al libro de Jacinto de Lillo, que
esperamos poder dar a conocer de forma más extensa en fechas próximas.
Arriba,
Jacinto Lillo el “Doctor Astra”, junto a varios de los tubos de su diseño,
empleados en los Savoia S.81 y en los Ju 52. Abajo, gráfico con la carga de los mismos.
[1] Goded Llopis,
M: "Marruecos, las etapas de pacificación", Madrid, CIAP, 1983, pp.
69.
Felicitaciones a los autores por su detallado e interesante artículo. Si se me permite, echo en falta mención de la ingeniosa idea del capitán Haya cuando, para aprovechar tanto la amortigüacion en la caída como el alimento de los porteadores, hizo colgar los paquetes de suministros de pavos vivos, que con su aleteo frenaban el descenso y luego ellos mismos servían de buen alimento.
ResponderEliminarEl artículo es muy bueno. Llevo años buscando el libro del Dr. Lillo y no hay manera de dar con él. He contactado con familiares, con la hija del capitán Haya, con la Biblioteca Nacional, el archivo y histórico militar,...y nada. ¿Uno de los autores de este artículo tiene este libro?
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarSe me olvidó comentar en mi mensaje que encontré en los alrededores del santuario de la Virgen de la Cabeza un objeto que pudiera corresponder al Savoia "Pipistrelo" que pilotaba habitualmente el capitán Haya. ¿Habría alguna forma de enviarles fotos de dicha pieza a ver si la identificamos?
ResponderEliminarUn saludo