En el cuartel…
La
fría nieve no cuaja en los duros rostros de los soldados. Estos marchan impávidos,
enérgicos, rígidos. Su paso impone respeto. Sus suelas de goma resuenan en el patio
como el poderoso paso de un tanque. Las simétricas formaciones parecen obra de
un delineante.
Roncas
voces entonan: “Los paracaidistas pechos
de muralla…”. El aliento queda congelado fuera de sus bocas de firme trazo.
¡¡ALTO¡¡.
El fuerte taconazo hace estremecer los cristales de las compañías.
¡¡ROMPAN
FILAS¡¡. Y lo soldaditos de plomo vuelven a ser personas, se encogen, pierden
su marcialidad, meten en los bolsillos sus manos llenas de sabañones, y se
marchan tosiendo a la cantina buscando el calor de los demás….
Antonio
Ballester, 53º curso de cazadores paracaidistas.
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