Los ojos relucientes como los de un perro que olfatea la
presencia de la muerte, como los fuegos fatuos. Profundidad, la tierra se ve en
plano inclinado, luego horizontal, después vuelve a estar inclinada.
El ruido embrutecedor y monótono de los motores
acompañados de una canción:
“Allá, en el aire
nos acordamos
de los amores
del dulce hogar…”
Abajo queda todo; personas queridas, otras soñadas. En el
avión solo hay soldados pálidos y sudorosos. Algunos parecen pensativos, ¿es que
los soldados también piensan? ¿Qué piensan los soldados?
Antonio
Ballester, 53º curso de cazadores paracaidistas
No hay comentarios:
Publicar un comentario