lunes, 16 de septiembre de 2019

EL LANZABOMBAS “MARTE” DE CIPRIANO RODRÍGUEZ DÍAZ.


Por Blas Vicente Marco.

De nuevo recurro al magnífico blog de Carlos Bourdón (porque creo, sinceramente, que para los amantes de la historia de la aviación, ya no quedan otros lugares dónde publicar o los pocos existentes carecen de la calidad y difusión necesaria para este tipo de artículos), a fin dar a conocer el trabajo de un genio olvidado de nuestro pasado aeronáutico.

En esta ocasión, sigo con el tono “armamentístico” de los últimos artículos, pues tengo noticia de que, en 1932, el capitán de ingenieros D. Cipriano Rodríguez Díaz, alias “Cucufate”, diseñó un revolucionario lanzabombas que suplió a los anticuados y engorrosos lanzabombas usados en los Breguet XIX.

Según nos narra el biógrafo Antonio González-Betés Fierro (http://dbe.rah.es/biografias/4746/cipriano-rodriguez-diaz), Cipriano Rodríguez Díaz, nació en Laredo (Cantabria), el 11.2.1904 – y falleció en Sierra de la Vall, Gandesa (Tarragona), 2.10.1938. Fue un Ingeniero militar, piloto y observador de aeroplano, además de investigador e inventor, que ingresó en la Academia de Ingenieros de Guadalajara dónde terminó sus estudios el 8 de agosto de 1923 con el empleo de teniente de Ingenieros. Entre 1924 y 1927 actuó en las campañas de Marruecos como observador bombardero de un grupo mandando por Eduardo González Gallarza, participando incluso en el Desembarco de Alhucemas en septiembre de 1925.  En 1928 se encontraba destinado en el Aeródromo de Cuatro Vientos, en el Grupo de Experimentación de Aeroplanos, lo que le dio ocasión para realizar numerosos vuelos de pruebas de aeroplanos y motores, por todo el territorio nacional. Intervino en las pruebas específicas de los aeroplanos A.M.E. diseñados por los ingenieros militares Bada Vasallo y González Gil y construidos por los talleres militares de Cuatro Vientos y los Loring RIII del también ingeniero Jorge Loring. En el mismo año Construcciones Aeronáuticas (CASA) recibió un contrato para construir dos aeroplanos de gran radio de acción, a partir del Breguet XIX que fabricaba bajo licencia. Los dos aeroplanos se destinarían en principio a los proyectos de vuelos de largo alcance a realizar por los aviadores militares, Barberán, González-Gil, Iglesias y Jiménez.


Fotografía de Cipriano Rodríguez durante la guerra civil (Archivo Juan Arraez).


En 1930 fue nombrado jefe de escuadrilla. Con la oportuna autorización oficial toma parte en la “Challenger Internacional” organizada por Alemania. Junto a Carlos Haya, y en un Breguet XIX modificado, conquistó el trofeo Harmon y el Diploma de Honor y la Medalla de la Liga Internacional de Aviadores.

En 1931 por reorganización de los servicios de aviación pasó destinado al Mando de Material y a su Laboratorio de Ensayos del Laboratorio Aerodinámico de Cuatro Vientos. 


                   Aviones Breguet XIX. (Archivo Juan Arraez).

Rodríguez Díaz siguió preparando vuelos con Haya en los años siguientes, lo que simultaneó con una época de diseños que luego explicaremos.

Cuando estalló la guerra, en 1936, se encontraba cursando sus estudios del primer año de la carrera de Ingeniero de Telecomunicación. Estaba en zona republicana y fue detenido, pero logró escapar y pasarse a zona nacional. A continuación, comenzó a prestar sus servicios en Aviación, desarrollando una importante labor en la organización de las fuerzas aéreas.

Se le encomendó en marzo de 1937 el mando del recién creado Grupo 6G-15 de He 45. El 7 de Octubre de 1937, ya como comandante, pasó destinado al Estado Mayor de la recién creada Brigada Aérea Hispana. Posteriormente pasó a mandar un Grupo Savoia 81 den la Batalla del Ebro y posteriormente fue nombrado jefe del Grupo 4-G-12, equipado con aviones italianos Romeo-37, que hicieron famoso el bombardeo en “cadena”.

Falleció en el frente del Ebro cuando el aparato que pilotaba, un Romeo 37, fue alcanzado el 2 de octubre de 1938 por los disparos de las baterías antiaéreas. El y su tripulante no tuvieron otro recurso que lanzarse en paracaídas, pero el del comandante Rodríguez Díaz se desprendió y se estrelló contra el suelo, muriendo en el acto.

Le fueron concedidas a título póstumo numerosas condecoraciones, y sin duda, dejó un hueco importante en el mundo aeronáutico español.

En el transcurso de mis investigaciones sobre la Brigada Aérea Hispana, localicé esta biografía de “Cucufate”, (así apodado por sus compañeros de armas).

Lo que más me llamó la atención de esta biografía preparada por González-Betes era una cita correspondiente al año 1933 que trascribo textualmente: “Justo en este momento, El 21 de julio de 1933, el presidente del Consejo de Ministros y ministro de la Guerra recompensó a Rodríguez Díaz, con la Cruz de 1.ª Clase del Mérito Militar, con distintivo blanco, pensionada con el 20 por ciento de su actual sueldo hasta su ascenso al empleo inmediato por haber ideado y construido un aparato de transmisión eléctrica para lanzar bombas desde avión denominado “Lanzabombas eléctrico marte”.


Noticia aparecida en prensa con la recompensa recibida por Cipriano Rodriguez. (Archivo Blas Vicente vía Carlos Mallench).

Lamentablemente, hasta la fecha, no había obtenido más datos de este llamado “Lanzabombas MARTE”.
Curiosamente, en fecha reciente, la hija de Carlos Haya, Miretxu, me puso en contacto con D. Javier Rodríguez Ibran, hijo de nuestro protagonista, quién conserva, casi como único recuerdo de su padre, la patente encuadernada del indicado Lanzabombas.

Del texto consultado, he conseguido una somera explicación de qué era este lanzabombas.

Al parecer, en los C.A.S.A. Breguet XIX de la época, los lanzabombas usados eran bastante incómodos al uso y poco efectivos, además requerían de una preparación excesivamente molesta tanto para el observador como para el propio piloto.

Rodríguez Díaz se propuso eliminar estos problemas diseñando un lanzabombas eléctrico más efectivo que los anteriores. Lo que nuestro protagonista pretendía era “hacer disparos de las bombas de forma sencilla y en cualquier posición del observador”, además de “aumentar la precisión”.

Básicamente, las condiciones que pretendía reunir este diseño eran las siguientes:
1ª.- Suprimir el esfuerzo del observador y permitirle que hiciese los disparos en cualquier posición.
2ª.- Suprimir el retardo entre el momento de hacer el disparo y el de la salida de la bomba del avión.
3ª.- Permitir realizar el lanzamiento de bombas con intervalos regulares de tiempo, a poder ser, con una décima de segundo como mínimo.
4ª.- Poder disparar las bombas de una en una, por ráfagas de tres, por ráfagas de seis, o tirando todas las bombas a la vez.

Así, en 1932 diseñó lo que él denominó “Lanzabombas Eléctrico C.R. (Tipo IV  A-5)”. La patente fue obtenida en Junio de 1932 bajo el número 122.123 de la Aviación Militar Española. Fue diseñado para ir montado en el interior del fuselaje del Breguet XIX (para 32 bombas), al lado del depósito de combustible. También se diseñó una versión para ser montada en el avión Loring III (para 30 bombas).

El modelo estándar era el diseñado para el avión de reconocimiento C.A.S.A. (Breguet XIX), preparado para lanzar 32 bombas Hispania A-5 de 12 kilos, en cuatro filas de a 8 bombas cada una. Las bombas se disponían suspendidas por la cola y cuando recibían el impulso eléctrico se desprendían de su sujeción.

El lanzabombas se componía de 4 partes fundamentales:
A)    El Carter de Mecanismos, colocado al alcance del observador (en su asiento y a la izquierda), en el que van alojados el buscador, el combinador, el seguro y el contador de disparos.
B)    El disparador, también al alcance del observador (a la izquierda del mismo) y unido al cárter de mecanismos mediante un enchufe.
C)    El cajón de bombas, construido en chapa de “duraluminio” unido al cárter mediante un enchufe y sus 32 cables de mecanismos (uno por bomba).
D)    Y las transmisiones, con las palancas necesarias para el tiro, al alcance del observador y del piloto.

Los impulsos eléctricos llegaban de la propia batería con que contaba el avión, que iba alojada en el lugar destinado a ella y conectada con cables al lanzabombas y su cajón de mecanismos.

En definitiva, y según he podido saber, fue una revolución total en los sistemas de bombardeo de la época que, sin duda, suplió las carencias manifiestas de principios de los 30´s. También es de imaginar que quedó, junto a los aviones para los que fue diseñado, anticuado, con la llegada de los nuevos bombarderos alemanes e italianos en el año 1936, pero que, sin duda, merece el pequeño reconocimiento que con este artículo pretendo.



Arriba, portada de la patente conservada por Javier Rodríguez y usada en este artículo (Archivo Javier Rodríguez).  Abajo, bomba Hispana A-5 con espoleta entera. (Archivo Antonio Alonso).


                                       Arriba, distintas vistas del lanzabombas.



                      Arriba, esquema de sujeción de una bomba por la cola. Debajo, detalle.


              Arriba, el lanzabombas colocado en el Breguet XIX.

Mi agradecimiento a Miretxu de Haya y a Javier Rodríguez por su amabilidad, su colaboración y su enorme interés por sacar a la luz nuestro pasado aeronáutico. Y, cómo no, a Juan Arráez, Antonio Alonso y Carlos Mallench, por su inestimable ayuda, como siempre.

4 comentarios:

  1. Veo que el entrañable "Cucufate", apodo que le dieron sus compañeros, dejó para nuestra historia aeronáutica no sólo su brillante historial de aviador de récords y heroico combatiente, sino también su inventiva de meritorio ingeniero. Muy interesante entrada.

    ResponderEliminar
  2. Muy interesante el artículo. Enhorabuena Blas una vez más, y gracias por seguir enseñándonos, como siempre.

    ResponderEliminar
  3. Buenos días, envié un email hace unos días, posiblemente ha ido a parar a "spam", lo acabo de reenviar. Saludos.

    ResponderEliminar