El pasado 16 de
noviembre se cumplió el centenario del accidente en el que pereció el pionero
de la Aviación Militar española y primer piloto de polimotores, Ángel Martínez
de Baños Ferrer. Baños (como era conocido por sus compañeros) falleció a
consecuencia del choque en el páramo de Casas de Villaseca (Soria) del Farman
F.50 en el que iba de copiloto junto a una tripulación francesa encargada de
trasladar el aparato entre el campo de Alfaro (Logroño) y Cuatro Vientos
(Madrid). El bimotor era una de las unidades de la que sería el embrión de la
aviación de bombardeo pesado de la aeronáutica española y Baños, dada su
experiencia aeronáutica y formación en el manejo de polimotores había sido
encargado de supervisar las sucesivas llegadas de aparatos.
Arriba,
Cruz conmemorativa del accidente del Farman (Foto Pedro de Mingo. Debajo) el
pionero de la Aeronáutica Ángel Martínez de Baños Ferrer (Foto AHEA)
El
accidente de Soria truncó la brillante trayectoria de un aviador cuyas hijas
atesoraron un importante legado fotográfico (esencial para conocer la primera
etapa de Aviación Militar) que fue donado por su sobrino-nieto Ángel Martínez
de Baños Valdés donó al Archivo Histórico del Ejército del Aire. Este fondo
documental atesora imágenes inéditas de
muchos de aparatos volados por los pioneros de la Aeronáutica Militar,
permitiéndonos realizar una biografía muy completa de este aviador[1].
Farman
F.50 en el aeródromo de Lacua (Foto Canario Azaola).
La
cruz de Casas de Villaseca
Aparte
de explicar la formación y carrera aeronáutica de Baños, en ese trabajo
biográfico también aludimos al conjunto de nichos donde hoy en día reposan los
restos mortales de la tripulación del Farman en el famoso Cementerio de los
Aviadores ubicado en el camposanto de San Isidro (Carabanchel Alto). Los nichos
de los aviadores del F.50 que volaban junto a Baños (el piloto F. J. Agostini y
los mecánicos M. Vallets, H. Resches y J. Condonneau) se encuentran junto a los
de otros aviadores españoles fallecidos en acto de servicio en un mausoleo
erigido por el Ejército de Tierra en memoria de numerosos aviadores y
aerosteros españoles fallecidos antes de 1936. En ese mismo mausoleo, la Embajada
de Francia colocó una placa en recuerdo de sus aeronautas fallecidos.
Ubicación
inicial de las tumbas de Baños y Agostini en el Cementerio de los Aviadores de
Carabanchel (Foto Ángel Martínez de Baños) y vista de su ubicación actual en el
mausoleo erigido por Defensa junto con la placa dedicada por la Embajada de
Francia (Fotos C. Lázaro).
Asimismo,
tuvimos ocasión de mencionar las teorías que se barajaban sobre la
causa del accidente (fallo de un motor y densa niebla) y dimos noticia de la una
cruz que Aviación Militar erigió tiempo después del suceso en recuerdo del
suceso. La existencia de esta cruz, que se ha conservado bastante bien un siglo
después, se dio a conocer gracias a que en las redes sociales Pedro Mingo, un
gran conocedor de Soria, su historia y naturaleza, la descubrió en uno de sus
habituales paseos en moto por la zona.
Pedro
publicó la noticia preguntando por el origen del sencillo monumento a la vez
que hacía constar que, pese al tiempo transcurrido, la inscripción de la placa
conmemorativa donde aún era legible el nombre de los aviadores fallecidos y la
fecha del accidente. Rápidamente, el sobrino-nieto del aviador se puso en
contacto con Pedro, dando lugar a un par de visitas al paraje en las que hubo ocasión
de contemplar la inscripción y, ya desde el otero en el que se encuentra la
cercana localidad de Medinaceli, se especuló sobre la trayectoria del polimotor
francés. Meses más tarde, hubo ocasión de comentar que la cruz que se yergue en
el páramo soriano recordando el accidente, fue costeada por la Aviación Militar.
Diez años después del accidente, Hipólito García, alcalde de Benamira,
localidad cercana al accidente, solicitó a la jefatura de Aviación Militar que
un par de aviones sobrevolaran el lugar del siniestro en la misma fecha en que
fallecieron los aviadores.
La
jefatura de Aviación respondió indicando que aceptaban la propuesta y que dos
aviones de la Escuela de Cuatro Vientos realizarían el vuelo, pero al final no
pudieron llegar al páramo por circunstancias climatológicas y la niebla. Para
enmendar la imposibilidad de realizar el vuelo, parece que Aviación Militar
promovió la construcción de la cruz conmemorativa que se conserva en la
actualidad.
Restos de la inscripción de la
placa, visibles casi un siglo después (Foto Pedro de Mingo)
Una
fuente inédita sobre el accidente.
En 2019, a medida que se iba acercando la fecha del
centenario del accidente, el sobrino-nieto de Baños, tras haber donado el
legado documental al Archivo de Villaviciosa, inició una campaña de difusión de la figura de
su familiar y realizó gestiones simultáneas con Ejército del Aire y la Embajada
de Francia para poder preservar la cruz de Casas de Villaseca.
Lo que menos nos podíamos imaginar es que, una vez más, el
enorme interés de Pedro Mingo por preservar el monumento, así como sus
continuas pesquisas sobre todo lo relacionado al accidente del Farman,
fructificarían en el descubrimiento de una fuente hemerográfica que despejaba
todas las dudas sobre la causa del accidente. En el diario La Rioja fechado cuatro días después del accidente, el periodista
A. Martínez y un corresponsal de Madrid, después de haber recogido informes de
testigos oculares del suceso (un leñador y unas niñas que pastoreaban cabras)
proporcionaron una versión muy acertada de las causas de la caída del Farman.
Hasta
hoy día se habían barajado dos versiones; la primera era que, debido a la
niebla reinante, el piloto Agostini (que
llevaba a Baños como copiloto) decidió descender a fin de orientarse mejor,
chocando con un pequeño montículo que se encontraba en el centro de la llanura.
La segunda, aportada por José Gomá Orduña, apunta a que se produjo la rotura de
una hélice y el esfuerzo excéntrico generado no pudo ser contrarrestado por el
piloto, provocando la caída a tierra del bombardero desde muy poca altura. De
ambas versiones, los testigos oculares descartan la existencia de niebla, pero afirman
que el Farman volaba bajo porque uno de sus motores (el derecho) estaba
averiado y daba muchas vueltas en busca de una zona de aterrizaje. Las pastoras
le indicaron por señas a Agostini la existencia de un llano, pero cuando inició
el descenso y se aproximó a la planicie, el piloto francés se percató de que
era una zona pantanosa que podía bloquear el tren de aterrizaje y decidió
abortar la maniobra para salvar al bombardero de un choque. Los tres testigos
afirmaron a los periodistas que el
aparato se incorporó de manera brusca, dio una vuelta hacia atrás y cayó
rápida, fulminantemente sobre el cerro, donde en parte quedó empotrado y con un
ala rota.
Junto a los restos del avión posan (de izda a dcha) el teniente Mateos,
Pío Fernández Mulero, posiblemente Martínez Aragón (¿) X, X y Rogelio Azaola. (Foto
C. Azaola)
A la vista de las explicaciones se
deduce que, volando a una altura no muy considerable, Agostini vio que había
agua en el terreno y metió potencia en el motor izquierdo para ascender. Al
entrar de golpe la potencia desde el ala izquierda (que carece de
sincronización con la derecha porque su motor estaba averiado) el par motor
hizo que perdiera el control del avión, entrara en pérdida y la barquilla de
pasajeros impactara de lleno con contra
el montículo conocido como Loma del Medio.
Los
vecinos de Villaseca que acudieron al lugar del impacto se encontraron con un
espectáculo dramático. Momentos después del choque se produjo un pequeño
incendio que se extinguió rápidamente, permitiendo auxiliar a la tripulación.
Los dos mecánicos que se encontraban en el puesto posterior de observación
fueron encontrados abrazados y pese a que presentaban múltiples heridas
mortales fueron extraídos con vida del aparato, aunque fallecieron instantes
después entre múltiples dolores. La visión más dramática la ofrecían los dos
pilotos y el mecánico que viajaban en la proa del fuselaje. Agostini aún
sostenía entre sus manos los mandos del avión pero, al igual que Baños y el
otro mecánico habían sufrido lesiones mortales en cabeza y cuerpo, asaetado por
múltiples astillas de madera del fuselaje que les habían provocado hemorragias
que inundaron de sangre los restos del habitáculo y el lugar del impacto.
Al
drama del accidente se le unió una nota muy humana; cuando los lugareños
registraron los cuerpos de los fallecidos para proceder a su identificación y
encontraron una carta que la esposa de Baños le había remitido anteriormente en
la que le decía que una de sus hijas Pregunta
por papá y encarga que no dejes de traerla la muñeca prometida. La carta
enterneció aún más a todos los presentes, porque a la hora de recoger las
pertenencias de los aviadores fallecidos se encontró una pequeña caja de cartón
que contenía la muñeca que Baños había prometido a su hija. El obsequio tenía
pequeñas salpicaduras de sangre y en la
actualidad lo conserva la familia como mudo testigo del accidente.
La muñeca que Baños trajo en vuelo para su
hija (Foto A. Martínez de Baños Valdés)
Después del levantamiento de los
cadáveres, el análisis de las causas del
accidente (realizado inicialmente por el piloto laureado Julio Ríos y el
piloto francés M. Romanet) y la visita de una comisión del Servicio de Aviación
Militar formada por P. Fernández Mulero, M. Martínez Aragón, R. Azaola y otros
dos aviadores, se procedió a su traslado al Hospital Militar de Carabanchel,
siendo posteriormente inhumados en el panteón del ya conocido Cementerio de los
Aviadores.
Es
de agradecer que, casi un siglo después de este trágico accidente, el celo de
Ángel Martínez de Baños Valdés y Pedro Mingo hayan hecho posible conocer el desenlace
del Farman 50 estrellado en Soria y que su interés nos permita seguir luchando
por la conservación de uno de los monumentos erigidos en recuerdo de los
hombres y máquinas de nuestra rica pero aún desconocida Historia Aeronáutica.
[1] C. Lázaro “Martínez de Baños. Centenario de un pionero”. Aeroplano nº 37. IHCA. Madrid, 2019.