Por Blas Vicente Marco.
De
nuevo recurro al magnífico blog de Carlos Bourdón (porque creo, sinceramente,
que para los amantes de la historia de la aviación, ya no quedan otros lugares
dónde publicar o los pocos existentes carecen de la calidad y difusión
necesaria para este tipo de artículos), a fin dar a conocer el trabajo de un genio
olvidado de nuestro pasado aeronáutico.
En
esta ocasión, sigo con el tono “armamentístico” de los últimos artículos, pues
tengo noticia de que, en 1932, el capitán de ingenieros D. Cipriano Rodríguez
Díaz, alias “Cucufate”, diseñó un revolucionario lanzabombas que suplió a los
anticuados y engorrosos lanzabombas usados en los Breguet XIX.
Según
nos narra el biógrafo Antonio González-Betés Fierro (http://dbe.rah.es/biografias/4746/cipriano-rodriguez-diaz),
Cipriano Rodríguez Díaz, nació en Laredo (Cantabria), el 11.2.1904 – y falleció
en Sierra de la Vall, Gandesa (Tarragona), 2.10.1938. Fue un Ingeniero militar,
piloto y observador de aeroplano, además de investigador e inventor, que
ingresó en la Academia de Ingenieros de Guadalajara dónde terminó sus estudios
el 8 de agosto de 1923 con el empleo de teniente de Ingenieros. Entre 1924 y
1927 actuó en las campañas de Marruecos como observador bombardero de un grupo
mandando por Eduardo González Gallarza, participando incluso en el Desembarco
de Alhucemas en septiembre de 1925. En
1928 se encontraba destinado en el Aeródromo de Cuatro Vientos, en el Grupo de
Experimentación de Aeroplanos, lo que le dio ocasión para realizar numerosos
vuelos de pruebas de aeroplanos y motores, por todo el territorio nacional.
Intervino en las pruebas específicas de los aeroplanos A.M.E. diseñados por los
ingenieros militares Bada Vasallo y González Gil y construidos por los talleres
militares de Cuatro Vientos y los Loring RIII del también ingeniero Jorge
Loring. En el mismo año Construcciones Aeronáuticas (CASA) recibió un contrato
para construir dos aeroplanos de gran radio de acción, a partir del Breguet XIX
que fabricaba bajo licencia. Los dos aeroplanos se destinarían en principio a
los proyectos de vuelos de largo alcance a realizar por los aviadores
militares, Barberán, González-Gil, Iglesias y Jiménez.
Fotografía
de Cipriano Rodríguez durante la guerra civil (Archivo Juan Arraez).
En
1930 fue nombrado jefe de escuadrilla. Con la oportuna autorización oficial
toma parte en la “Challenger Internacional” organizada por Alemania. Junto a
Carlos Haya, y en un Breguet XIX modificado, conquistó el trofeo Harmon y el
Diploma de Honor y la Medalla de la Liga Internacional de Aviadores.
En
1931 por reorganización de los servicios de aviación pasó destinado al Mando de
Material y a su Laboratorio de Ensayos del Laboratorio Aerodinámico de Cuatro
Vientos.
Aviones Breguet XIX. (Archivo Juan Arraez).
Rodríguez
Díaz siguió preparando vuelos con Haya en los años siguientes, lo que
simultaneó con una época de diseños que luego explicaremos.
Cuando
estalló la guerra, en 1936, se encontraba cursando sus estudios del primer año
de la carrera de Ingeniero de Telecomunicación. Estaba en zona republicana y
fue detenido, pero logró escapar y pasarse a zona nacional. A continuación,
comenzó a prestar sus servicios en Aviación, desarrollando una importante labor
en la organización de las fuerzas aéreas.
Se
le encomendó en marzo de 1937 el mando del recién creado Grupo 6G-15 de He 45.
El 7 de Octubre de 1937, ya como comandante, pasó destinado al Estado Mayor de
la recién creada Brigada Aérea Hispana. Posteriormente pasó a mandar un Grupo
Savoia 81 den la Batalla del Ebro y posteriormente fue nombrado jefe del Grupo
4-G-12, equipado con aviones italianos Romeo-37, que hicieron famoso el
bombardeo en “cadena”.
Falleció en el frente del Ebro cuando
el aparato que pilotaba, un Romeo 37, fue alcanzado el 2 de octubre de 1938 por
los disparos de las baterías antiaéreas. El y su tripulante no tuvieron otro
recurso que lanzarse en paracaídas, pero el del comandante Rodríguez Díaz se
desprendió y se estrelló contra el suelo, muriendo en el acto.
Le fueron concedidas a título póstumo
numerosas condecoraciones, y sin duda, dejó un hueco importante en el mundo
aeronáutico español.
En el transcurso de mis investigaciones sobre la Brigada
Aérea Hispana, localicé esta biografía de “Cucufate”, (así apodado por
sus compañeros de armas).
Lo que más me llamó la atención de esta biografía preparada
por González-Betes era una cita correspondiente al año 1933 que trascribo
textualmente: “Justo en este momento, El 21 de julio de 1933, el presidente
del Consejo de Ministros y ministro de la Guerra recompensó a Rodríguez Díaz,
con la Cruz de 1.ª Clase del Mérito Militar, con distintivo blanco, pensionada
con el 20 por ciento de su actual sueldo hasta su ascenso al empleo inmediato
por haber ideado y construido un aparato de transmisión eléctrica para lanzar
bombas desde avión denominado “Lanzabombas eléctrico marte”.
Noticia
aparecida en prensa con la recompensa recibida por Cipriano Rodriguez. (Archivo
Blas Vicente vía Carlos Mallench).
Lamentablemente, hasta la fecha, no había obtenido más
datos de este llamado “Lanzabombas MARTE”.
Curiosamente, en fecha reciente, la hija de Carlos Haya,
Miretxu, me puso en contacto con D. Javier Rodríguez Ibran, hijo de nuestro
protagonista, quién conserva, casi como único recuerdo de su padre, la patente
encuadernada del indicado Lanzabombas.
Del texto consultado, he conseguido una somera explicación
de qué era este lanzabombas.
Al parecer, en los C.A.S.A. Breguet XIX de la época, los
lanzabombas usados eran bastante incómodos al uso y poco efectivos, además
requerían de una preparación excesivamente molesta tanto para el observador
como para el propio piloto.
Rodríguez Díaz se propuso eliminar estos problemas
diseñando un lanzabombas eléctrico más efectivo que los anteriores. Lo que nuestro protagonista pretendía era “hacer disparos
de las bombas de forma sencilla y en cualquier posición del observador”, además
de “aumentar la precisión”.
Básicamente, las condiciones que pretendía reunir este
diseño eran las siguientes:
1ª.- Suprimir el esfuerzo del observador y permitirle que
hiciese los disparos en cualquier posición.
2ª.- Suprimir el retardo entre el momento de hacer el
disparo y el de la salida de la bomba del avión.
3ª.- Permitir realizar el lanzamiento de bombas con
intervalos regulares de tiempo, a poder ser, con una décima de segundo como
mínimo.
4ª.- Poder disparar las bombas de una en una, por ráfagas
de tres, por ráfagas de seis, o tirando todas las bombas a la vez.
Así, en 1932 diseñó lo que él denominó “Lanzabombas
Eléctrico C.R. (Tipo IV A-5)”.
La patente fue obtenida en Junio de 1932 bajo el número 122.123 de la Aviación
Militar Española. Fue diseñado para ir montado en el interior del fuselaje
del Breguet XIX (para 32 bombas), al lado del depósito de combustible. También
se diseñó una versión para ser montada en el avión Loring III (para 30 bombas).
El modelo estándar era el diseñado para el avión de
reconocimiento C.A.S.A. (Breguet XIX), preparado para lanzar 32 bombas Hispania
A-5 de 12 kilos, en cuatro filas de a 8 bombas cada una. Las bombas se
disponían suspendidas por la cola y cuando recibían el impulso eléctrico se
desprendían de su sujeción.
El lanzabombas se componía de 4 partes fundamentales:
A) El
Carter de Mecanismos, colocado al alcance del observador (en su asiento y a la
izquierda), en el que van alojados el buscador, el combinador, el seguro y el
contador de disparos.
B) El
disparador, también al alcance del observador (a la izquierda del mismo) y
unido al cárter de mecanismos mediante un enchufe.
C) El
cajón de bombas, construido en chapa de “duraluminio” unido al cárter mediante
un enchufe y sus 32 cables de mecanismos (uno por bomba).
D) Y
las transmisiones, con las palancas necesarias para el tiro, al alcance del
observador y del piloto.
Los impulsos eléctricos llegaban de la propia batería con
que contaba el avión, que iba alojada en el lugar destinado a ella y conectada
con cables al lanzabombas y su cajón de mecanismos.
En definitiva, y según he podido saber, fue una revolución
total en los sistemas de bombardeo de la época que, sin duda, suplió las
carencias manifiestas de principios de los 30´s. También es de imaginar que
quedó, junto a los aviones para los que fue diseñado, anticuado, con la llegada
de los nuevos bombarderos alemanes e italianos en el año 1936, pero que, sin
duda, merece el pequeño reconocimiento que con este artículo pretendo.
Arriba, portada de la patente conservada por Javier
Rodríguez y usada en este artículo (Archivo Javier Rodríguez). Abajo, bomba Hispana A-5 con espoleta entera.
(Archivo Antonio Alonso).
Arriba, distintas
vistas del lanzabombas.
Arriba, esquema de sujeción de una bomba por la cola. Debajo, detalle.
Arriba, el lanzabombas colocado en el
Breguet XIX.
Mi agradecimiento a Miretxu de Haya y a Javier Rodríguez
por su amabilidad, su colaboración y su enorme interés por sacar a la luz
nuestro pasado aeronáutico. Y, cómo no, a Juan Arráez, Antonio Alonso y Carlos
Mallench, por su inestimable ayuda, como
siempre.